Juan asomaba por la ventana. No había nada ni nadie a su alrededor, sólo una habitación en la que la única luz que se veía era el resplandor del sol reflejando en la cara de Juan.
Con la cara llena de lágrimas, y pensando en las consecuencias de lo que podía conllevar, cerró los ojos y se dejó caer hacia abajo.
De repente, se pellizcó las piernas y saltó de la cama. Todo había sido un mal sueño.
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